Rubén Darío y el modernismo

 Yo persigo una forma

Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,

botón de pensamiento que busca ser la rosa;

se anuncia con un beso que en mis labios se posa

el abrazo imposible de la Venus de Milo.

 

Adornan verdes palmas el blanco peristilo;

los astros me han predicho la visión de la Diosa;

y en mi alma reposa la luz como reposa

el ave de la luna sobre un lago tranquilo.

 

Y no hallo sino la palabra que huye,

la iniciación melódica que de la flauta fluye

y la barca del sueño que en el espacio boga;

 

y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,

el sollozo continuo del chorro de la fuente

y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.

Rubén Darío

El autor del poema “Yo persigo una forma” es Rubén Darío: poeta, periodista y diplomático nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española.

El tema del poema es la búsqueda de una forma poética capaz de expresar lo que quiere transmitir. En la primera estrofa está el deseo de encontrar una representación con “su estilo”. En la segunda estrofa, describe con metáforas la sensación de tranquilidad que lograría al encontrar ese estilo. En el primer terceto, expresa su incapacidad de verbalizarlo. En el último terceto hace referencia a no lograr el objetivo y a la pregunta de cómo lograr encontrarlo.

Algunas figuras literarias utilizadas en el poema son:

La originalidad en el uso de adjetivos: “cisne blanco”, “blanco peristilo”, “verdes palmas”, “abrazo imposible”, “iniciación melódica”.

Encontramos las metáforas: “Botón de pensamiento que busca ser una rosa” —estilo que busca relacionado con el pensamiento—. “En mi alma reposa la luz como reposa” —sensación de claridad con el posible hallazgo de la forma buscada. “Iniciación melódica que de la flauta fluye/y la barca del sueño que en el espacio boga” —forma buscada, como la melodía de la flauta o el remar de una barca del sueño—. “El sollozo continuo del chorro de la fuente” —alusión al llanto al no poder expresar lo que el poeta siente—.

Personificación. “Los astros me han predicho la visión de la Diosa”, “La palabra que huye”.

“Como reposa el ave de la luna sobre un lago tranquilo”, símil que compara el reposo de su alma con la tranquilidad del reflejo de la luna.

El símbolo del cisne con su curvatura se constituye en signo de interrogación. Se diría que el poeta ve el mundo como una inmensa pregunta: “El cuello del gran cisne blanco que me interroga”.

Todos sus versos son alejandrinos (14 sílabas) y riman de manera consonante.

Sonatina

La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
(La princesa está pálida. La princesa está triste.)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

—«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».

En “Sonatina” se presentan los estados emocionales y espirituales de una princesa confinada al palacio real, rodeadas de lujos y caprichos, pero carente de pasión y amor. Vemos una princesa, su bufón, su dama de compañía y su hada madrina. El ambiente cortesano nos remite a un mundo mítico medieval. Podemos comprender los sentimientos de la protagonista, pues la intensidad poética nos permite sufrir y sentir a su lado.

El poema aborda el tema de la evasión como algo banal, triste y opresor de la libertad. Se convoca a la ensoñación, donde la imaginación funciona como herramienta para lograr ese escape de una realidad.

Los personajes pertenecen a un mundo mítico, de ámbito medieval en espera de la llegada del amor que transforme la vida radicalmente.

Algunas figuras literarias utilizadas en el poema son:

Anáfora. Repetición de un elemento al comienzo de varios versos seguidos, con el fin de otorgar cierto ritmo característico. “¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, / o en el que es soberano de los claros diamantes, / o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?”; “Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, / ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, / ni los cisnes unánimes en el lago de azur”.

Paralelismo. Consiste en la repetición de una misma estructura en seguidas ocasiones alternando alguno de los elementos que componen la estrofa o la oración: “La princesa no ríe, la princesa no siente”.

Aliteración. Repetición de uno o varios sonidos dentro de una misma palabra o frase. “La princesa persigue por el cielo de oriente”.

Epíteto. Adjetivo que se antepone al sustantivo, resaltando cierta característica de este y otorgándole mayor expresividad: “Vaga ilusión”, “Caros diamantes”, “Pobre princesa”, “Feliz caballero”.

Personificación. Consiste en atribuir a los seres inanimados características y cualidades propias de los seres animados, o a los seres irracionales, actitudes propias de los seres racionales. “Se desmaya una flor”.

Metáfora. Se traslada el significado de un concepto a otro, estableciendo una relación de semejanza o analogía entre ambos términos “El trueno del mar”.

Los símbolos del modernismo utilizados en el poema son: los pavos reales, los cisnes unánimes, el marfil, la torre de marfil.

Rubén Darío usa príncipes, reyes, piedras preciosas, rubíes y diamantes, flores exóticas como jazmines, nelumbos, dalias y rosas, animales como pavos reales, un caballo con alas y un dragón colosal y lugares extranjeros: China, Golconda y las islas de rosas fragantes.

Finalmente, es importante señalar el ritmo melodioso del poema que hace alarde a su título.

Lo fatal

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!…

 

El poema nos habla de la muerte, el desconocimiento que la sigue y la carga de ser consciente de este desconocimiento. Hace referencia al problema existencial, la incertidumbre de no saber “adónde vamos, ni de dónde venimos”, el dolor por la muerte de un ser querido.

Señala la dicha de un árbol o de una piedra que, por su naturaleza apenas sensitiva y dura, no tienen la capacidad de sentir dolor o preocupación.

El poeta remarca que es un ser consciente de la muerte, pero a la vez confiesa: “no saber nada”, y que “no tiene rumbo cierto”. Duda de lo que ha vivido y ha sido, entendiendo con terror el futuro inevitable que también le espera: “el espanto seguro de estar mañana muerto”.

Algunas figuras literarias utilizadas en el poema son:

Personificación. Consiste en atribuir a los seres inanimados características y cualidades propias de los seres animados. “Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque esa ya no siente”.

Polisíndeton. Es la repetición de una o varias conjunciones dentro de una misma frase o texto con el fin de dar más fuerza a lo que se expresa. “Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, / y el temor de haber sido y un futuro terror… / Y el espanto seguro de estar mañana muerto, / y sufrir por la vida y por la sombra y por”

Antítesis. Contraposición de dos sintagmas, frases o versos con el fin de conseguir una expresión más eficaz, y sufrir por la vida y por la sombra y por”, con el término “sombra”, Darío hace referencia a la muerte.

Encabalgamiento. Consiste en no terminar las frases al final del verso sino en el siguiente, rompe un sintagma preposicional después de mencionar la muerte para darnos la sensación de vacío, de que no sabemos lo que sigue a ese suceso.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

 

Para maximizar esta sensación, separa dos estrofas aumentando más el espacio vacío que sigue a la muerte.

 

 

 

 

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